A nadie se le escapa que en estos tiempos que corren, la labor de ser padres es una tarea a veces demasiado complicada. Personalmente he tenido la suerte de tener dos hijos maravillosos, responsables y honestos.
Tanto mi esposa como yo nos hemos esforzado siempre por inculcarles las más elementales normas de convivencia, hemos tratado de educarlos con unos valores que les hicieran personas dignas, decentes y justas y que el respeto por los demás fuera el leitmotiv de su proceder y, en todo momento, hemos procurado alejarlos de vicios no deseados.
Todos nuestros esfuerzos en la adecuada educación de mis hijos han tenido su recompensa pero me consta que a veces, a pesar de los desvelos que los padres tienen con sus hijos, las cosas no salen como ellos han pretendido que salgan.
Hace unos días, hice un comentario en una entrada que publicó en su blog (del que yo soy partícipe) un amigo a propósito del comportamiento irracional de algunos hijos con respecto a sus padres. El contenido de esa reflexión que hice entonces es el tema del post que os propongo hoy.
Mi amigo tituló su artículo “Cría cuervos…” así que yo he titulado el mío “…Y te sacarán los ojos”. Ahí van mis reflexiones a ver qué os parecen:
La labor de ser padres es difícil, luchamos con ahínco por su bienestar e intentamos que sean honestos inculcándoles unos valores que les hagan crecer como personas y los preparamos para enfrentarse al mundo con posibilidades de vencer.
A nosotros como padres, lo único que se nos puede exigir es el de criar a nuestros hijos de la mejor manera posible, dándoles el sustento necesario y la educación adecuada para convertirlos en personas adultas, responsables y capaces. Si luego, cuando crecen, se convierten en algo que no les hemos enseñado, si por causas del entorno o por no sé qué rayos, la falta de juicio, la irresponsabilidad, la crueldad…, se apodera de ellos y por desgracia para nosotros se convierten en unos descerebrados; de ninguna manera debemos claudicar ante sus chantajes, despotismo y falta de respeto. Tenemos que mantenernos firmes y dejarles muy claro que mientras estén bajo nuestro mismo techo las normas las pondremos nosotros y deberán acatarlas con todas sus consecuencias.
En este punto me vienen a la memoria unas palabras de una eminente psicóloga a propósito de la relación entre padres e hijos: “En muchos casos, la convivencia se hace tan insoportable que es mejor señalarles la salida de nuestro hogar y que se busquen la vida como adultos que son, que someterse a sus chantajes, insensibilidad y egoísmo. De otro modo se apoderarán de tal forma de nuestras vidas que seremos esclavos de sus designios en nuestra propia casa y convertirán nuestras vidas en un infierno”.
Palabras que las suscribo enteramente. Aunque se nos parta el alma y parte de ella se vaya con ellos, si no nos mantenemos firmes ante los abusos de nuestros hijos y los apartamos de nuestro lado a tiempo, sus conductas ingratas y egoístas terminarán por hacer de nuestros hogares una continua batalla campal en donde pueden llegar a ocurrir cosas muy desagradables que lamentaremos durante el resto de nuestras vidas.
Marco Atilio