Soy una persona a la que le gusta trasnochar, de
siempre ha sido así y así lo sigo haciendo aunque al día siguiente me tenga que
levantar temprano.
No es raro que me den las dos o las dos y media
de la madrugada antes de irme a la cama. ¿Y qué hago despierto hasta tan
tarde…? Pues habitualmente leo, escribo, veo una película, navego por internet…
etc. Al día siguiente, a las seis y media de la mañana ya estoy en pie para
irme a trabajar. Lógicamente, todos los días necesito dormir la siesta. Unas
dos horas habitualmente.
Esto de la siesta y desde hace ya muchos años se
ha convertido en un rito para mí. Una ceremonia que se repite de la misma forma
día tras día.
Salgo del hospital a las tres de la tarde así
que normalmente llego a casa sobre las tres y veinte poco más o menos. Hay que
tener en cuenta que el hospital en donde trabajo se encuentra en la vecina ciudad de Úbeda la cual dista de
Baeza nueve kilómetros.
Pues bien, cuando llego a casa Isabel me está
esperando para comer. Habitualmente lo hacemos en la cocina. Y mientras comemos
solemos ver el final de las noticias así como
el programa diario “Saber y Ganar” que se emite por la “2” de TVE.
Una vez hemos comido me dirijo al salón de mi
casa, enciendo la televisión, bajo la persiana hasta dejar la habitación con
una suave penumbra y me tiendo en mi sillón reclinable. Cojo el mando a
distancia de la tele y comienzo a hacer zapping. Pronto, casi de inmediato, los
párpados comienzan a pesar, los ojos se cierran y aunque lucho por mantenerlos
abiertos es una batalla perdida. De repente me invade un dulce sopor. Me
abandono a Morfeo casi sin quererlo y en un abrir y cerrar de ojos (y nunca
mejor dicho) me zambullo en el irreal y mágico mundo de los sueños.
Aunque resulte un tanto sorprendente, es muy
habitual que el sueño me venza con el mando a distancia apuntando a la
televisión y acaso a una página del teletexto que se ha quedado sin leer.
Súbitamente comienzo a roncar, al menos eso dicen mi mujer y mis hijos, que por
otra parte siempre han sido muy respetuosos con mi momento de siesta. Ellos
saben que necesito ese par de horas para poder recuperar todas mis energías y
poder volver a ser persona.
Es increíble la facilidad que tengo para conciliar
el sueño a la hora de la siesta. Reclinarme en el sillón y no pasan ni dos
minutos cuando ya estoy roncando. Sí, la verdad es que resulta un tanto sorprendente.
De cualquier manera bendita siesta, una santa
costumbre española y que yo, fiel a esa costumbre, pongo en práctica todos los
días desde hace ya muchos años y siempre siguiendo el mismo ritual. No en vano
el hombre es un animal de costumbres… pues eso, yo no iba a ser menos.
Marco
Atilio