BIENVENIDOS A YUMYS GALAXY, EL RINCÓN DE F.J.M. (MARCO ATILIO).

lunes, 22 de mayo de 2017

Alejado de mi cotidianidad

Hace ya 16 meses que, por culpa de mi lesión en la rodilla, estoy lejos de mi amado Hospital y por ende de mi amado Servicio de Quirófanos. La verdad es que hace ya algún tiempo que dudo poder volver porque los resultados de la intervención quirúrgica que me practicaron hace un año para implantarme una prótesis de rodilla no han salido muy bien que digamos, todo lo contrario, los resultados han ido para mi desgracia, rematadamente mal. Y es que, muy a mi pesar, me encuentro poco menos que inválido y con el dolor cebándose en mí a todas horas. Lástima en verdad porque me consta que se esmeraron sobremanera para que el resultado hubiera sido otro muy distinto. Solo la mala suerte y la especial anatomía de mi pierna han hecho que esté pasando un verdadero calvario.

Una de las cosas que peor llevo, aparte de mis problemas físicos, es el de no poder interactuar a diario con mis queridos compañeros y compañeras del hospital a los que echo muchísimo de menos. Porque no me puedo engañar, si al final no puedo volver a mi trabajo, mi relación con mis compis ya no será la misma que antes, de alguna manera los perderé y esto es un axioma más que evidente. En este sentido no hay que ser hipócritas, el tiempo en estos casos juega en contra de todos nosotros, porque como he dicho en alguna ocasión: “El tiempo y la distancia son poderosos aliados del olvido y aunque nos queden los recuerdos estos se van difuminando con el paso de los años”. Esto es así por más vueltas que le demos. Cuando ya no hay “roce” interpersonal, cuando dejan de compartirse los momentos se aboca uno a la añoranza…, a los recuerdos y todo se irá enfriando en una melancólica entropía. El tiempo es una losa que tapa todo amago de sobrevivencia.

Es por todo esto por lo que de vez en cuando soy presa de un amargo desaliento. Porque tal vez esté esperando algo que al fin no suceda, el de volver a encontrarme con gente que me hacía feliz y de la que disfrutaba en su compañía. Lamentablemente, el azar voluble y caprichoso me apartó de mi satisfactoria cotidianidad hace ya demasiado tiempo.

Pero en fin, las cosas son así y no puedo hacer mucho para poder cambiarlas… por desgracia.

Marco Atilio



viernes, 12 de mayo de 2017

De fiesta por tierras almerienses

Esto que sigue es un artículo de agradecimiento y de paso, aprovecharé también para describir brevemente una magnífica experiencia.

Mi vida ahora mismo no pasa por uno de sus mejores momentos, principalmente debido al dolor en la rodilla tras la prótesis que me implantaron hace poco menos de un año. Por eso, y pese al dolor de la pierna, cuando se me presentan ratos buenos intento no desaprovecharlos en la medida en que me deje el dolor asqueroso que padezco.

Uno de esos ratos que presuponía buenos, y así fue en efecto, tuvo lugar el pasado domingo 7 de mayo, una comunión en Vera (Almería). Una fiesta a la que me invitaron casi por sorpresa. Al menos no la teníamos programada en absoluto. Pues bien, he de decir que la celebración a la que asistí junto con Isabel y con mis hijos y nueras fue una de las más gratas que yo recuerdo. En verdad disfruté de lo lindo. Rodeado de buena gente, gente simpática y muy divertida comí y bebí junto a ellos para celebrar la Primera Comunión de una de las sobrinas de mi nuera Adelaida.

El lugar de la fiesta maravilloso, junto al mar, un local que lamía la misma arena de la playa. La verdad es que fue toda una gozada estar degustando unas magníficas viandas levantar la vista y ver el fascinante azul del Mediterráneo que lucía como un espejo. Una gozada en el más amplio sentido de la palabra.

Disfrutamos con gente a la que le gusta el baile y que sabe bailar, contemplarlos mientras sus gráciles movimientos dibujaban cuadros de una vistosa y espléndida plasticidad era un deleite para los sentidos.

También pudimos deleitarnos con un número de baile entre un caballo con su jinete (amazona en este caso) y una bailarina. El espectáculo tuvo lugar en la misma arena de la playa, a escasos metros de nosotros. Mientras la bailarina revolvía su vestido al son de unas sevillanas, el caballo danzaba acompañándola, como si de otra bailarina se tratase. Espléndido el espectáculo que ofrecieron, una verdadera maravilla.

En definitiva, una fiesta extraordinaria, con gente extraordinaria, en un extraordinario lugar. Unas horas de las que disfruté como hacía mucho tiempo no lo había hecho. Falta me hacía, al menos para paliar, siquiera sea un poquito, el infierno que estoy pasando con la rodilla.

Antes de terminar quiero agradecer a la familia de mi nuera Ade, a sus padres, sus hermanas, sus hermanos, sus sobrinas, su cuñado y su cuñada por el exquisito trato recibido, por su simpatía, por su delicadeza y por su entrañable familiaridad. Gracias de corazón por habernos hecho pasar una velada tan fantástica y maravillosa.

Quizá fuera por ese exquisito trato que recibimos, por lo magnífico de la fiesta, por el ambiente que rodeó nuestra estancia en aquellas tierras almerienses, por lo que al marchar sentí una ligera y etérea melancolía.

Ojalá se repitan momentos como estos porque, de alguna manera, ayudan a mantenerte vivo.

Marco Atilio
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