En este
país llamado España parece que hablar de justicia social, de equidad, de
derechos sociales y laborales, de empleos y sueldos dignos… en fin, de poder
proporcionar al ciudadano por parte de nuestros gobernantes una vida digna a
todas luces necesaria y justa, es como si estuvieras defendiendo una quimérica
utopía. En cuanto te manifiestas en ese sentido te tachan poco menos que de visionario
antisistema y revolucionario, es como si hubieras nombrado al diablo y ponen el
grito en el cielo ante tamaños desatinos. Te dicen que no tienes ni idea de cómo
funciona el sistema; este sistema podrido e injusto que tenemos en donde una
elitista oligarquía formada por unos cuantos, subyugan y tiranizan a pueblos
enteros con la connivencia de políticos sin escrúpulos que legislan para los
más poderosos en detrimento de la gran mayoría de la gente. Políticos que en
lugar de servir al pueblo que los votó se sirven a ellos mismos y a los grandes
poderes financieros porque saben que cuando termine su mandato acabarán en los
consejos de administración de las grandes empresas a las que con sus políticas
llevadas a cabo durante sus mandatos tanto han beneficiado, las llamadas
puertas giratorias. “Yo legislo en tu favor y a cambio tú me das un sillón en
tu empresa con un sueldazo de escándalo”. Así ha funcionado la política en
nuestro país durante muchos años.
Hace
pocos días comenté una noticia aparecida en un periódico digital relacionada
con El Foro Económico de Davos celebrado recientemente. Mi comentario fue el
siguiente:
“Aquellos políticos que con sus medidas antisociales dejan
sin futuro a millones de personas no deberían dedicarse a la política. Los
políticos se deben a los pueblos que los votaron y deben hacer políticas que favorezcan
la igualdad entre las personas. No es buena política aquella que legisla en
favor de unos pocos llevándose por delante a miles de familias honradas y sin
ningún tipo de culpa. Cómo lo hagan es cosa de los políticos y tecnócratas del
poder, para eso les pagan”.
Yo me
pregunto qué de malo tiene este comentario, porque me llovieron las críticas
por todas partes. Unas críticas a veces hirientes que tuvieron cumplida
respuesta por mi parte, faltaría más.
Criticaban
mis interlocutores que no había dinero para hacer tales políticas sociales, que
no se podía prometer lo que no se tiene ni prometer cosas sobre un gasto que no
puede crecer porque nadie nos financia. Y yo digo que con toda la cantidad de
millones que han defraudado los políticos corruptos de nuestros principales
partidos, que son muchos millones los defraudados, creánme, y atajando el
fraude fiscal cometido por parte de las grandes empresas y fortunas sí que se
podrían hacer políticas mucho más sociales. Y por otro lado, qué tiene que ver
que no haya dinero ¿? para que los sueldos fueran un poquito más altos; unos
sueldos que den para vivir con dignidad y no que aún trabajando seas pobre como
una rata por culpa de esos sueldos de miseria que se pagan en España a cambio
de jornadas laborales de diez o doce horas. El trabajo esclavo que alguien
dijo.
Mientras
todo esto sucede en nuestro país, nuestros señores diputados son unos
auténticos privilegiados con unos sueldos muchas veces por encima, no ya del
salario mínimo, sino del sueldo medio en España. Por cierto, además del sueldo
reciben otras prebendas que sería tedioso enumerar pues son infinidad los
privilegios de esta casta elitista. Para saber a qué me refiero solo tenéis que
poner en Google “Privilegios de los
diputados” y os quedaréis alucinados con la lista de prebendas que tienen
sus señorías.
En fin,
sea como fuere y visto lo visto, he llegado a la conclusión de que hay muy poca
empatía en muchísimas personas hacia los demás y también muchísimo egoísmo.
Los
gobernantes, los grandes magnates que rigen los destinos del mundo económico,
los poderosos del capital, los que en realidad pueden cambiar las cosas si
quisieran, viven en un mundo tan apartado del real que no toman conciencia de
la tragedia que se está escenificando a su alrededor todos los días y al que
ellos son absolutamente ciegos y sordos. Sólo si tuviesen una pizca de
humanidad, una pizca de bondad, una pizca de solidaridad, una pizca de empatía
por el prójimo, podían bajarse del pedestal de oro al que están encaramados y
ponerse en el lugar de la gente más humilde, la que lucha día a día para poder
subsistir en un mundo demasiado cruel con el que nada tiene. Quizá entonces el
mundo sería mucho más bonito y agradable.
Yo por mi
parte seguiré criticando las tropelías de los poderosos hacia los humildes y defendiendo
aquello en lo que creo: Un mundo mucho más justo, equitativo, solidario y
digno.
Marco Atilio