BIENVENIDOS A YUMYS GALAXY, EL RINCÓN DE F.J.M. (MARCO ATILIO).

lunes, 31 de diciembre de 2012

Vuestro David ha caído

moto

Este artículo (basado en un accidente de moto que sufrió mi hijo David hace pocos días) es fruto de la sugerencia de un amigo mío cuyo hijo ha tenido varias caídas con una moto que le compró hace un par de años. Ahora tiene 17 y todavía (quizá por la inconsciencia que da la juventud) no ha descubierto el peligro que conlleva conducir un vehículo de esas características en donde el paragolpes es uno mismo. Quizá con este artículo le esté haciendo al hijo de mi amigo el mejor regalo de esta Navidad, sobre todo si sirve para que reflexione y se conciencie de los riesgos y las consecuencias de una conducción irreflexiva, imprudente y temeraria. Lo que sigue es una historia que gracias a Dios tiene un final feliz, pero igual pudo ser otro mucho más dramático:

“Fue en el mes de la navidad, en el diciembre de hace cinco años cuando me llevé el mayor susto de mi vida hasta la fecha. Mi hijo David (que entonces tenía 17 años) había sufrido un accidente de moto. Él había salido, como todos los sábados, a divertirse con sus amigos. Aquella noche había llovido y las calles estaban, por deslizantes, más peligrosas que de costumbre. En la misma puerta de la casa de su amigo, al que acompañaba después de la fiesta, se le resbaló la rueda delantera de la moto y fue a estrellarse contra una esquina rompiéndose el casco y quedando inconsciente sobre un reguero de sangre.
 
Su amigo trató de incorporarlo pero era inútil, entonces se asustó y llamó a su madre que cuando vio a mi hijo inconsciente creyó que se había matado. Ella fue la que inmediatamente llamó a la ambulancia y la que, visiblemente nerviosa nos llamó a casa.
 
Y fue de madrugada, sobre las tres, mientras dormíamos plácidamente mi mujer y yo cuando nos despertó el timbre del teléfono. ¡Qué cosa más rara!, ¿quién llamará a estas horas? nos preguntamos mientras intuíamos que algo (y no bueno) había pasado. Era lógico, cuando suena el teléfono a las tres de la madrugada las noticias que esperas recibir no pueden ser muy positivas.
 
¿Dígame? contesté yo. Al otro lado del teléfono la voz entrecortada de una mujer manifiestamente nerviosa se dio a conocer como la madre del amigo de mi hijo. Con palabras atropelladas nos dijo que David había caído, que la ambulancia se lo llevaba al Centro de Salud.
 
Con el corazón encogido mi mujer y yo saltamos de la cama y nos vestimos a toda prisa. No habíamos terminado de hacerlo cuando otra vez sonó el teléfono. De nuevo era la madre del amigo de David: “Que no vayáis al Centro de Salud, que vayáis al hospital que es allí donde lo llevan”. Ahora sí la sangre se me heló en las venas. La cosa era más grave de lo que habíamos creído. 
 
Los nueve kilómetros que nos separaban del hospital se hicieron interminables. No sabíamos el estado en que nos encontraríamos a nuestro hijo cuando llegáramos. Mil suposiciones se nos pasaron por la cabeza: ¿Estaba vivo? ¿Se había fracturado algún hueso? ¿Estaba muerto? Esta última idea no queríamos ni pensarla aunque he de confesar que durante unos instantes sobrevoló nuestras mentes. Lo que queríamos era llegar cuanto antes aunque también temíamos hacerlo. Lo que sí hicimos fue rezar, rezamos al Jesús en el que creemos, todo el camino hacia el hospital. Mi querida Isabel, con el rostro desencajado y las manos entrelazadas no paraba de implorar que nuestro amadísimo hijo estuviera vivo.
 
Llegamos al fin y descubrimos con alivio que David no estaba inconsciente aunque sí muy aturdido pero… ¿qué descubrirían las pruebas radiológicas y el TAC que se le realizaron?
 
Tras una noche maratoniana de nervios y de incertidumbres, a mi hijo se le diagnosticó un fuerte golpe en la cabeza y como consecuencia una fisura en el cráneo y un pequeño hematoma intracraneal que no precisó cirugía y que se reabsorbió espontáneamente. Además de todo ello tuvo múltiples contusiones por todo el cuerpo, sobre todo en la cara con una gran inflamación en el arco cigomático producto de una pequeña fisura.
 
Cuando pasó aquella horrible noche y empezaba a languidecer el día siguiente, con las últimas luces crepusculares trasladaron a mi hijo al Hospital Neurotraumatológico de Jaén porque a pesar de haber pasado casi 24 horas desde el accidente David seguía desorientado e inquieto. Ni que decir tiene que tanto a mi mujer como a mí mismo la intranquilidad y el desasosiego nos consumían y es que todavía no sabíamos si nuestro hijo iba a salir con bien de aquel trance. La misma inquietud y desazón que nosotros la tenía toda la familia, mi hijo Javi, sus abuelos, sus tíos, sus primos… incluso sus amigos y por supuesto su novia. Todos sufríamos en mayor o menor medida, aunque nadie lo hacía más que nosotros que éramos sus padres y la vida de nuestro querido hijo estaba en juego.
 
Después de 48 horas ingresado en el Neurotraumatológico y tras someterlo a diversas pruebas, se le trasladó de nuevo a su hospital de referencia donde se le dio el alta tras tres largos y angustiosos días con sus respectivas angustiosas y largas noches. De esta forma terminó aquel episodio que en este caso tuvo un final feliz pero que bien podría haber acabado en una tragedia que ni siquiera quiero pararme a pensar”.
 
Acontecimientos como estos lo van curtiendo a uno en el difícil arte de la vida pero también te quitan años de vivirla; y es que sustos de esta clase, de algún modo y a la larga le pasan factura a cualquiera.
 
De aquellas terribles horas escribí el siguiente poema que titulé “Vuestro David ha caído” y que ilustra convenientemente lo vivido por nosotros y las emociones que nos embargaban en aquellos dramáticos momentos:

 

Era una noche sombría,

no lució la luna clara,

noche de nubarrones

y noche desesperada.

 

Amargas noticias llegan,

noticias de madrugada,

noticias que cual puñales

nos sacaron de la cama.

 

Vuestro David ha caído,

una voz trémula hablaba,

corred hacia el hospital,

se lo lleva la ambulancia.

 

Las manos de mi mujer

temblorosas se agitaban

y sus fervorosos rezos

con los míos se mezclaban.

 

Nuestro hijo estaba herido,

su sangre se derramaba

roja sobre nuestros cuerpos,

roja sobre nuestras almas.

 

El tiempo pasó despacio

y la noche solitaria

entre llantos y suspiros

dejó paso a la mañana.

 

La muerte pasó muy cerca,

quiso Dios que resbalara

sobre el alma de David

que los ángeles guardaban.

 

Creí que te perderíamos,

que nunca vería tu cara,

que te arrancaban de mí,

que me enterraban el alma.

 

Ahora todo ha pasado,

todo se ha quedado en nada,

pero aún queda aquel susto

que nos hirió las entrañas.











martes, 25 de diciembre de 2012

Un mensaje distorsionado

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En estos días el mundo cristiano celebra la Navidad o lo que es lo mismo, el nacimiento de Jesús de Nazaret. No hay que olvidar que la palabra Navidad proviene de la palabra "Natividad", que viene del latín "Nativitatem", que significa "nacimiento". 

jueves, 20 de diciembre de 2012

Lujuria

Amantes

Dejamos el coche en un recodo del camino y bajamos hacia la playa. Era tarde ya, más de medianoche, una hermosísima luna llena alumbraba nuestros pasos que nos llevaron hacia una pequeña ensenada. La noche estrellada y el sonido de las olas nuestros únicos testigos, solos los dos, descalzos por la arena caminábamos cogidos de la mano. Aquel sitio (como en noches anteriores) estaba desierto, lejos de miradas furtivas.
 
Saqué una pequeña manta de mi mochila y la estiré en la arena, ella permaneció de pie, observándome. Me acerqué y al hacerlo pude contemplar cómo un delicado rayo de luna iluminaba sus maravillosos ojos color avellana. La besé dulcemente en el cuello mientras la desnudaba y ella, voluptuosa y lasciva se dejaba hacer. Entre un arrabal de besos y abrazos nos quedamos completamente desnudos y nos echamos sobre la manta.
 
Recorrí su figura y acaricié suavemente sus líneas insinuantes y mágicas, me sumergí en el torrente de placer que emanaba de sus formas arrebatadoras.
 
La abracé con pasión y palpé la incitadora suavidad de su piel, buceé en la maravillosa atmósfera de su desnudez y ambos nos adentramos en el fantástico sendero de la excitación sin par.
 
Bebí del dulce néctar de sus pechos blancos, suaves de terciopelo. Sentí el aroma que fluía de cada uno de los átomos de su esencia y entré en lo más hondo de su ser. Un caudal de lujuria se adueñó de nosotros e hicimos el amor con pasión desbocada, gimió de placer cuando llegó al clímax en un orgasmo interminable.
 
Besé sus labios de rosa, acaricié sus muslos blancos y entre sus muslos, encontré un volcán de placer, un placer que corrió a raudales. 
 
Gocé de su cuerpo y me embriagué con los dulces efluvios que emanaban de su naturaleza grácil y delicada, transportándome a un manantial de sensaciones libidinosas y a un éxtasis de incitadora lujuria…
 
Ponedle vosotros el final a esta historia porque yo me desperté, a las cuatro de la mañana, besuqueando la pata de la cama.
 
Marco Atilio







lunes, 17 de diciembre de 2012

El Panadizo

a (4)

Un poco de humor nunca viene mal, sobre todo en estos tiempos que corren por eso, aquí os dejo el siguiente poema de Félix María de Samaniego que es una copia exacta de una versión encontrada en el libro “Poesía Erótica Castellana”, recopilación de 1976 de Jesús García Sánchez y Marcos Ricardo Barnatán. Seguro que os arranca una sonrisa:


viernes, 7 de diciembre de 2012

El paso del tiempo

La flecha del tiempo 1

La flecha del tiempo, siempre avanzando en una misma dirección. El tiempo, que todo lo arrastra y nos va moldeando para bien o para mal. ¿Dónde están los niños que fueron nuestros hijos hace tan solo... ¡Dios mío!, hace tan solo tan poco? ¿Y dónde está lo que fuimos nosotros "ayer" mismo? El tiempo avanza deprisa, muy deprisa, echando sobre nuestras espaldas su pesada carga y nunca desfallece, ni se para, todo lo contrario, cada vez corre más, mucho más…, la extraña relatividad de la que hablaba Einstein.
 
¿Dónde está el vigor, la fortaleza, la rebosante salud que me acompañaba cuando el arrabal de juventud inundaba todas las moléculas, todos los átomos de mi ser? Poco a poco ese vigor, ese comerme el mundo, se ha ido aplacando o deteriorando con el paso de los años, unos años que se han esfumado tan deprisa que no puedo creer que haya pasado tanto tiempo en tan poco tiempo, parece un juego de palabras y no es así, es una percepción real cuando (como yo) has recorrido un importante trecho en el sinuoso camino de la vida. 
 
Una vida que tengo ya más de mediada y que se ha consumido en un suspiro. Si la vida fuera un día yo estoy en las primeras horas de la tarde. ¿Cómo es posible que el tiempo haya corrido tanto?
 
¿Y cómo es posible que mi estado físico se haya deteriorado tanto? Estos dolores perennes que sufro… la rodilla, la espalda, el cuello, los brazos, los pies… parece que han llegado hasta mí para quedarse y para impedirme que sea feliz. Aquel maldito accidente de moto (al menos en parte) me está pasando factura. Y todo ha ocurrido lenta y paulatinamente aunque la percepción que yo tengo es que haya ocurrido rápido, muy rápido. Otra vez la relatividad de Einstein. 
 
El tiempo y su transcurrir han caído sobre mí como una losa en forma de dolores físicos, unos dolores que han hecho (por ejemplo) que no pueda practicar mi deporte favorito y por el que sentía verdadera pasión: el tenis. ¡Cuánto lo echo de menos! Sé que jamás podré volver a jugar y eso me pone triste. Añoro aquellos partidos de tenis con mis amigos, lo bien que lo pasaba y a la vez me mantenía en forma. Una lástima que todo eso se haya acabado.
 
Este estado físico mío también está repercutiendo en el normal desarrollo de mi trabajo, un trabajo que me gusta y el que intento realizar con la mejor de las disposiciones pero… cada vez me cuesta más llegar al final de mi jornada laboral. Y mira que me esfuerzo, pero estos malditos dolores a veces se hacen insoportables. Menos mal que hay días que son un poquito más llevaderos aunque estoy descubriendo con angustia que cada vez son menos los días en los que esto pasa.
 
Muchos de vosotros pensaréis que estoy siendo un tanto negativo, aunque yo no creo que sea así, lo que estoy siendo es realista y eso es lo que me da más miedo.
 
Si hablo del tiempo y de lo rápido que corre, de que solo avanza en una misma dirección, es porque añoro mucho otros momentos de mi vida, momentos felices que los recuerdo como si hubieran sucedido la semana pasada y que nunca volverán. Ojalá pudiera doblar esa flecha temporal y retroceder unos cuantos años, al menos conseguiría quitarme estos malditos “achaques” que no se corresponden con la edad que tengo.
 
En fin, la verdad es que en estos tiempos que corren, en que el mundo y la felicidad de tantas personas se derrumba a nuestro alrededor no sé quién soy yo para quejarme y casi me da vergüenza hacerlo, pero cada persona es un mundo y mi mundo también se resquebraja.
 
Por otra parte me siento tan puñeteramente melancólico que miro al pasado y no puedo por menos que decir: ¡Qué tiempos aquellos! En cierto sentido mucho mejores que los de ahora. Y me identifico plenamente con lo que dijera Jorge Manrique en sus “Coplas”, aquello de "cómo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor." aunque no siempre sea cierto.
 
La vida es extraña a veces, ¿no os parece? 
 
Marco Atilio










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