martes, 28 de febrero de 2012
Cartas de amor
Autodidacta, cultivo todas las ciencias y las artes; en especial la astronomía, la literatura y el cine.
lunes, 20 de febrero de 2012
El Paseo de las Murallas
Mira mi amor ha salido
la luna por la cañada,
mira mi amor ha salido
con sus alforjas de plata.
Las estrellas la contemplan
cuando la luna se alza,
mientras cubre el negro cielo
de un blanco velo de gasa.
La luna se enseñorea
de la noche solitaria
y llena dos corazones
de ilusiones y esperanzas.
Sentados en aquel banco,
dando espalda a la muralla,
juré amarte por siempre
mientras besaba tu cara.
¿Recuerdas mi amor la noche?
¿recuerdas que te abrazaba
y que al hacerlo tenía
henchida de amor el alma?
Autodidacta, cultivo todas las ciencias y las artes; en especial la astronomía, la literatura y el cine.
domingo, 5 de febrero de 2012
Recordando
Es difícil elegir entre tantos hechos y sucesos que han ido conformando mi vida y que forman parte de mi historia, sobre todo porque llegan hasta mí atropelladamente, sin orden ni concierto.
Entre ese peculiar galimatías de recuerdos, una imagen que siempre vuelve es la de la casa de mis abuelos maternos. En ella pasé casi toda mi primera infancia, –desde los dos a los cinco años– y aunque parezca extraño, todavía me quedan recuerdos de aquella época, algunos vagos pero otros bastante lúcidos.
La casa de mis abuelos era bastante grande. Nada más entrar había un portal al que se accedía tras zafarse de un enorme y pesado cortinón gris en el cual me enredé no pocas veces. La estancia la presidía un gran cuadro, cuyo motivo era la famosa pintura de Velázquez Las Lanzas y justo al lado, y a la derecha, había un sillón de madera en donde mi abuela dormitaba en las calurosas tardes del verano.
Gemía el viento del norte
cubriendo el cielo de plata,
el color que tiene el cielo
con las primeras nevadas.
Miraba atento la calle,
ya la tarde declinaba,
aquellas tardes de invierno
misteriosas y enigmáticas.
A través de los cristales
de aquella vieja ventana,
las sombras me parecían
siluetas de fantasmas.
Misteriosas a lo lejos,
de la iglesia las campanas,
con su son triste y monótono
entristecían mi alma.
¡Añoranzas y recuerdos
de mi existencia temprana!
¡Añoranzas y recuerdos
de mi ya lejana infancia...!
La luz
tenue y mortecina
escapada de la lámpara,
el sonido del puchero
cociendo sobre las brasas,
el dormitar de la abuela
en su mecedora blanca.
El libro que sostenía
en sus manos arrugadas,
leyendo el abuelo Marcos
en un rincón de la estancia.
El silencio de la noche,
el crepitar de las llamas,
el ligero bamboleo
de las sombras alargadas,
y el recitar del abuelo
con su voz serena y clara.
El sabor de aquellas tardes,
el aire que respiraba,
del hogar aquella atmósfera
suave, serena y cálida.
¡Añoranzas y recuerdos
de mi existencia temprana!
¡Añoranzas y recuerdos
de mi ya lejana infancia!
*****
Aquellas radionovelas venían precedidas de una canción que se hizo famosa en aquellos años y que prácticamente todo el mundo conocía. Esta no era otra que la canción del Cola-Cao… ¿os acordáis de la letra…?:
del África tropical,
que cultivando cantaba
la canción del Cola Cao.
Y como verán Ustedes,
les voy a relatar
las múltiples cualidades
de este producto sin par.
Es el Cola Cao desayuno y merienda.
Es el Cola Cao desayuno y merienda
ideal.
¡Cola Cao, Cola Cao!
Lo toma el futbolista para hacer goles,
también lo toman los buenos
nadadores.
Si lo toma el ciclista, se hace el
amo de la pista
y si es el boxeador, (bum, bum),
golpea que es un primor.
Es el Cola Cao desayuno y
merienda.
Es el Cola Cao desayuno y merienda
ideal.
¡Cola Cao, Cola Cao!»
El recuerdo de la especial complicidad que tenía con mi hermana pequeña acude a mi mente casi sin buscarlo…
¡Qué felices éramos! ¡Qué infancia tan bonita pasamos juntos! Me acuerdo que jugábamos a las canicas, al «pilla- pilla», al escondite…, en la vieja casona de la calle Minas.
Y recuerdo cuando hacíamos novillos y nos íbamos a pescar cangrejos en los tiempos de Palma de Mallorca. Allí hice mi primera comunión.
Vivíamos en una casa junto al mar, en el barrio del Molinar. Recuerdo que frente a la casa, pasaba una carretera y justo al otro lado, había un enorme terraplén, una especie de «acantilado» donde, a veces, las olas rompían con fuerza…, con mucha fuerza en ocasiones.
También
referimos a veces aquellos domingos de matiné. Con nuestros zapatos de charol
recién estrenados; con nuestros Chupa-Chups; más contentos que unas
castañuelas, en compañía de nuestros padres y de mi hermana mayor, para asistir
a la doble sesión que proyectaban en el cine «El Patronato» o «El Balear».
Realmente lo pasábamos bien aquellos domingos por la tarde en Palma de
Mallorca.
¡Qué bonitos tiempos aquellos... y tan lejanos!
Autodidacta, cultivo todas las ciencias y las artes; en especial la astronomía, la literatura y el cine.