Hagamos
un ejercicio de imaginación y pensemos en una posible solución para los
problemas del mundo en general:
Imaginemos que, en cualquier país de la Tierra, para acceder al poder y ser nombrado presidente o primer ministro, independientemente de haber sido elegido en las urnas, el aspirante debiera superar un último escalón, que consistiría en un examen psicológico y de aptitudes para el cargo, realizado por un comité de reputados profesionales totalmente independientes.
En ese examen se evaluarían las capacidades de gestión, el equilibrio emocional, la empatía y la honestidad del candidato. Se trataría, en definitiva, de determinar si reúne las condiciones necesarias para ejercer una función de tanta responsabilidad sin poner en riesgo el bienestar común.
Se podrían analizar aspectos esenciales que todo dirigente debería poseer o, por el contrario, evitar a toda costa. Entre ellos, por ejemplo, los siguientes:
Capacidad de gestión eficaz de los recursos públicos, orientada a reducir los desequilibrios sociales y mejorar el bienestar de la ciudadanía.
Empatía hacia los demás, cualidad imprescindible para comprender y resolver los problemas de la gente, especialmente de los más desfavorecidos.
Integridad y honradez, para no sucumbir a las corruptelas propias de la política.
Compromiso con la igualdad en todas sus formas: de salarios, de oportunidades, entre hombres y mujeres y entre las distintas capas de la sociedad. Porque una sociedad desigual, además de injusta, es una sociedad sin futuro.
Adhesión plena a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, garantizando que nadie sufra injusticias ni arbitrariedades, y que toda persona, sea cual sea su raza, religión o creencia, disponga de unas condiciones de vida dignas. Porque, en su artículo 23, apartado 3, la Declaración Universal así lo refleja expresamente: «Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social».
Defensa firme de una Sanidad y una Educación públicas y de calidad, dos servicios esenciales para reducir las desigualdades.
En resumen, se trataría de un estudio riguroso orientado a detectar los rasgos negativos que harían a un candidato no apto para gobernar, desechando a aquellos que manifestasen el menor atisbo de xenofobia, homofobia, racismo, intolerancia, falta de empatía, propensión a la corrupción, belicismo o cualquier otra patología o desorden del comportamiento que pudiera poner en peligro el bien común y la paz mundial.
Ahora bien, dado el número de fobias, egoísmos, desequilibrios y desórdenes mentales que arrastramos los seres humanos… ¿creéis que muchos pasarían ese examen? No lo sé, pero tengo la sospecha de que nos quedaríamos sin gobernantes.
2 comentarios:
Yoooo!!!!!, soy aquel al que te refieres y e echo el test y soy perfecto para el puesto y además se bordar.
Eso no te lo crees ni tu, si hiciéramos eso, no queda ninguno que de la talla.
eltodopoderoso
La política necesita de buenas personas, lo malo es que las buenas personas raramente se meten en política.
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