La lluvia cae con fuerza.
Desde el oscuro umbral
de la vieja casa, mustia y fría,
miro la lluvia,
la incesante,
la pertinaz lluvia de otoño.
Miro como las gotas
empapan todas las cosas.
El viento sopla fuerte.
Todo es negruzco ahora.
Las gotas se estrellan en el suelo
y saltan en pedazos por doquier.
De pronto…
Los recuerdos se apoderan
de mi alma…
Mi mente vuela lejos
en el tiempo...
Oigo las risas de mi madre...
siempre llena de alegría…
siempre regalando una sonrisa.
Veo a mi padre joven y fuerte,
labrar campos de olivares,
bajo el sofocante sol de agosto,
fundido en cuerpo y alma
con una tierra…
que nunca ha sido suya…
Aquellos inocentes juegos infantiles
junto a mi hermana Ana Mari,
en el corralón de la vieja casona
que tan felices nos hacían…
Los amigos de mi infancia,
con sus alegrías y miserias a cuestas…
algunos han muerto ya.
Y es que el tiempo pasa deprisa…
muy deprisa.
Aquellos días en que conocí a Isabel
de romanticismo y fantasía
pasan ahora ante mí.
¡Es extraño todo esto!
Mi mente salta veloz,
entre una amalgama de recuerdos
que se confunden unos con otros.
El viento azota mi cara...
¡Vuelvo a la realidad!
El tiempo pasa…,
las cosas pasan…,
las personas pasan...,
como en un suspiro...
Y yo...
desde el umbral de la vieja casa,
contemplo la lluvia,
la pertinaz, incesante
lluvia de otoño.
Marco Atilio
2 comentarios:
Precioso poema Marco, me ha encantado. Sí, la vida pasa como en un suspiro, por eso hemos de vivirla cada día como si este fuera el último. Y es que en definitiva no hay mañana, solo hoy, solo presente. Carpe diem. Un saludo.
Muchas gracias por tu bonito comentario. Estoy de acuerdo contigo en que no hay mañana, solo presente. Uf, no podemos estar más de acuerdo. Saludos
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