¡Cuánto
echo de menos mi vida anterior!, la de antes de que el coronavirus pusiera al
mundo de rodillas.
Echo
de menos mis reuniones familiares, besar a mi madre, a mis hermanas, a mis
sobrinos… dar la mano a mis amigos o a
los conocidos. A alguien que te presentaran.
Echo
de menos las fiestas de despedida que se montaban cuando algún compañero o
compañera del hospital se jubilaba.
Echo
de menos viajar…. a la playa, a visitar otras ciudades.
Echo
de menos ir al cine, sentarme en la terraza de un bar junto a la familia o
amigos alrededor de unas cervezas fresquitas.
Echo
de menos la algarabía de los chiquillos en el patio del colegio.
Echo
de menos el roce de la gente en las calles abarrotadas, el pedir perdón por
chocar con alguien.
Echo
de menos las reuniones en mi casa, con mis hijos y sus amigos, para ver en la televisión los partidos de fútbol de nuestro equipo favorito con los estadios llenos de gente.
Echo
de menos la Semana Santa que no se pudo celebrar y la feria que no se
celebrará.
Echo
de menos la boda de mi hijo que pudo celebrarse con un montón de personas, con
mi discurso ya preparado y con el que pretendía encandilar a la concurrencia y
a los propios novios.
Echo
de menos el sinfín de cosas que me contaría mi Javi de su viaje a Nueva York y
a la Ribera Maya.
¡Echo
de menos tantas cosas!
Por
el temor a contagiarnos con este virus pernicioso todo ha cambiado. Ahora
estamos atados a una mascarilla. Ya nada es igual. Todo es más triste. Ya no
besamos, no abrazamos, no estrechamos la mano... Y, aunque se pueda hacer, nos
da mucho reparo… e incluso miedo ir al cine, visitar otras ciudades, ir a la
playa, sentarse en la terraza de un bar.
Desde
que está con nosotros este maldito virus se perdió la vida en los colegios
ahora vacíos, silenciosos y tristes.
Se
perdió la Semana Santa y las bandas se quedaron mudas. Los Cristos y Dolorosas se
quedaron en sus templos y mucha gente se embargó de tristeza.
No
habrá fiestas ni feria, ni corridas de toros, ni actuaciones musicales en la
Caseta Municipal, ni bailes, ni verbenas, ni churros de madrugada… Solo habrá
silencio.
Lo
que sí habrá es paro y desesperanza. Proyectos tronchados, ilusiones perdidas.
Y el mundo de las personas quebrado, destrozado… roto.
¿Volveremos
a recobrar todo lo perdido? No lo sé. Lo que sí sé es que mientras dure esta
maldita pandemia estaremos en una especie de limbo temporal donde la vida es
asquerosamente diferente.
4 comentarios:
Es todo muy triste. Ahora estamos viviendo muchos rebrotes, y el miedo a contagiarnos es mayor entre los que ya no somos tan jóvenes y no parece que tanto entre los más jóvenes que desde que les abrieron "la puerta de chiqueros"(utilizando este símil taurino que me viene al pelo) han salido en tromba, como una manada desbocada; y claro, si se relajan tanto que ya ni mascarilla, ni distancia social, ni nada de nada, pues el virus se expandirá como es lógico. No hemos aprendido nada en estos días de confinamiento, esa es la cuestión. Veo mucha gente responsable observando las medidas de protección, pero también veo lo contrario, y como esto no depende solo de nosotros que nos protejamos y ya estamos a salvo, si no que depende también del resto, pues nada que no saldremos de esta hasta que haya vacuna o hasta que pillemos el virus, y que Dios nos pille confesados. Es lo que hay.
En nosotros está la enfermedad... y la cura. Eso es lo peligroso, dada la cantidad de descerebrados que campan por esos mundos de Dios. Gracias Isabel por comentar.
Todo pasara, y esperemos que sea lo mas parecido a lo que teníamos.
eltodopoderoso
Eso espero yo también. Que pase cuanto antes y que todo vuelva a ser como antes. Si acaso un poco más sabios, que no nos vendría mal.
Publicar un comentario