El
espectáculo que un día sí y otro también están dando nuestros políticos
actuales es simplemente bochornoso. ¡Qué poco nivel moral, intelectual y
político demuestran!
Sin argumentos, sin razonamientos…, sin gracia, campan por el Congreso de los Diputados, por el Senado y por los diversos parlamentos autonómicos las diatribas de «cuatro incultos» con poquísima educación y con muy baja catadura moral. Con una perorata ya manida, más propia de analfabetos, con discursos tan «brillantes» como aquello del… «y tú más», a falta de argumentos más convincentes.
¿Dónde está la erudición de otras épocas? ¿Dónde están la clase en el comportamiento que se le supone a un servidor público?
Antes subían al estrado políticos de cualquier ideología y sentaban cátedra con sus discursos. Se notaba su cultura y su preparación con solo pronunciar la primera palabra. Con un manejo del verbo docto y ágil, con una fina ironía en la oratoria que encandilaba y que hasta a la oposición le daba ganas de aplaudir. Puedo citar algunos ejemplos: Enrique Tierno Galván, Julio Anguita, José Antonio Labordeta, incluso Felipe González, Adolfo Suárez y aún incluso, Manuel Fraga con sus juegos de prestidigitación dialéctica. Y no digamos de dos monstruos de la oratoria en los tiempos de la Segunda República española como fueron Niceto Alcalá Zamora o Manuel Azaña, uno liberal y otro progresista respectivamente.
Ahora suben al estrado políticos descerebrados, más parecidos a rucios orejigachos, y largan un discurso simplón, sin gracia, insultante, chulesco, barriobajero, populista y brabucón. Un discurso que aplauden a rabiar sus acólitos hasta hacerse daño en las manos. ¡Menuda ralea idiotizada! ¡Increíble!
Unos políticos sin la menor capacidad para alcanzar acuerdos, unos políticos incultos y desabridos. Me pregunto de dónde habrán salido estos jumentos, capaces de embarrar tanto la política que dan ganas de mandarlos a todos en una nave espacial a los confines del universo sin billete de vuelta. Es lo que merecen por incultos, por ineptos y por…, por…, ¡por ruchos analfabetos!
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