El
pasado día 10 de este mes de abril, experimenté unas sensaciones que no había
sentido desde hacía mucho tiempo, tanto como 33 años, el tiempo que tiene mi
hijo David. Fue una experiencia tan bonita y emotiva que me hizo inmensamente
feliz. Este acontecimiento fue el nacimiento de mi nieta Valeria, hija
precisamente de David.
Ya me habían contado mis amigos y mis familiares más cercanos que la experiencia de tener un nieto es algo increíble por lo bonito. Sin embargo, hasta que no lo he vivido personalmente, no podía figurarme el arrabal de maravillosas sensaciones que me iban a invadir cuando recibimos la feliz noticia de que mi pequeña Valeria había nacido y que, tanto la madre como la bebé, se encontraban perfectamente después de un proceso bastante largo.
Describir con palabras las emociones que me embargaron en ese precioso momento resulta estéril porque no puedo. Hay que sentirlo y vivirlo en primera persona para saberlo. Lo único que puedo decir es que incluso me emocioné y que no cabía en mí de alegría.
Los que me conocen bien y saben que en muchas ocasiones he referido que no soy partidario de traer hijos al mundo, al ver mi cara de felicidad ante el nacimiento de mi pequeña Valeria, me lo recuerdan con cariño: ¿y ahora qué dices si se te cae la baba mirándola?
En cualquier caso, el hecho de que sea contrario (con bastantes matices, todos ellos arduos de explicar) a que la gente tenga hijos, en modo alguno supone que no me gusten los niños; me gustan, me gustan mucho y creo tener una especial habilidad para entretenerlos con mi experiencia mundana y mi especial forma de ser.
Sin embargo, el mundo de los humanos es un lugar tan feo y el futuro de la propia humanidad tan incierto, que me da miedo que mis seres queridos (entre ellos ahora también mi nieta) o yo mismo, podamos llegar a sufrir las locuras humanas en cualquiera de sus formas, que son muchas. Pero en fin, aquí estaremos para proteger a mi pequeña mucha gente, entre toda ella… su abuelo. Y seré inmensamente feliz viendo crecer a mi querida Valeria, al menos hasta que la parca me aparte de su compañía.
Con ocasión tan especial como lo fue el nacimiento de mi nieta, escribí este poema (que enmarqué) para mi querida Valeria, para que recuerde que solo con su nacimiento, ya me hizo inmensamente feliz. Puedo imaginarme lo que será cuando me sonría y me llame abuelo o abuelito o…, me tendré que comprar un babero.
A Valeria
Ya estás en el mundo
pequeña
Valeria,
ya
gozamos todos
tu
bella presencia.
Sonríen los pájaros
de
la primavera,
porque
ya nació
mi
linda muñeca.
Tus infantiles llantos
ya
por fin resuenan,
que
parecen cantos
de
hermosas sirenas.
Llenarás de gozo
la
piel de esta tierra
y
las soledades
de
mi vida entera.
Ya alegras mi alma
mi
hermosa princesa,
ya
huelo tu aroma…,
¡ya está aquí mi nieta!
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