En
el capítulo 23 del Evangelio de San Mateo, Jesús carga contra la hipocresía. Un
discurso que sigue tan vigente hoy día como cuando lo pronunció. Porque, a
pesar de que su mensaje se escucha todos los días en las iglesias y acudimos a
ellas para «oír» su palabra todos los domingos y fiestas de guardar, y nos damos
golpes de pecho, y rezamos el rosario, y nos sentimos cristianos, en realidad, la mayoría de nosotros no hemos aprendido nada o no hemos querido aprender nada.
Axiomáticas palabras las de Jesús; léelas con detenimiento y si te sientes reflejado en ellas tienes un grave problema que debes subsanar cuanto antes, salvo que te sientas cómodo con ser uno de esos hipócritas que Él tanto odiaba, claro.
«Los maestros de la Ley y los fariseos tienen la responsabilidad de interpretar a Moisés. Así que ustedes deben obedecerlos y hacer todo lo que les digan. Pero no hagan lo que hacen ellos, porque no practican lo que predican. Atan cargas pesadas y las ponen sobre la espalda de los demás, pero ellos mismos no están dispuestos a mover ni un dedo para levantarlas.
Todo lo hacen para que la gente los vea: Usan en la frente y en los brazos porciones de las Escrituras escritas en anchas cintas y ponen en sus ropas adornos llamativos. Les encanta el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas.
[…]
¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, hipócritas! Les cierran a los demás el reino de los cielos; ni entran ustedes ni dejan entrar a los que intentan hacerlo.
[…]
¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, hipócritas! Dan la décima parte de sus especias: la menta, el anís y el comino. Pero han descuidado los asuntos más importantes de la Ley, tales como la justicia, la misericordia y la fidelidad. Debían haber practicado esto sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!
[…]
¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de inmundicia. Así también ustedes, por fuera dan la impresión de ser justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad».
Yo por mi parte, estoy totalmente de acuerdo con esas palabras de Jesús. Y lo he recalcado muchas veces a lo largo de mi vida: ¡Dios santo, como odio la hipocresía y a los hipócritas!
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