Este
artículo es complementario a otro que ya escribí y publiqué en el blog hace dos
años, el 30 de mayo de 2022 para ser exactos. Puede que redunde en el mismo
tema quizá de forma machacona, pero para mí es algo de vital importancia como
para no enfatizarlo una y otra vez. Así que, si habéis leído aquel artículo os
pido perdón por las redundancias, porque, aunque no son iguales en su
literalidad sí vienen a decir lo mismo. Aunque esto realmente no me importa
demasiado.
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Si quieres cambiar tu voto progresista por uno más conservador, adelante, esa es una de las bondades de la democracia. Sin embargo, piensa muy bien si lo que quieres es otorgar tu confianza a partidos ultraderechistas y ultranacionalistas, pues estos no son muy amigos de la democracia. Esas corrientes ideológicas son partidarias del pensamiento único, del odio a lo diferente, son abiertamente xenófobas, homófobas, racistas… Acogen entre su ideario el fanatismo y la intolerancia. No convencen con la palabra sino con la violencia y el miedo. «Venceréis pero no convenceréis» que dijera Unamuno.
Aborrecen los términos servicios públicos (sanidad, educación…), desprecian las palabras solidaridad, igualdad, justicia social («La justicia social es aberrante» [Javier Milei]) y son enemigos de la cultura porque, como dije en una de mis reflexiones, «a un pueblo inculto es fácil manipular, adoctrinar, amaestrar, aborregar y, en último término, subyugar».
Enaltecen a las masas con mensajes claramente populistas. Las cuestiones sociales complejas se simplifican al máximo jugando con las emociones del vulgo. El objetivo de esta simplificación es generar la impresión de que ellos están mejor preparados para resolver los problemas que sus adversarios.
Fomentan el miedo y la inseguridad a partir de relatos negativos. Advierten de los supuestos peligros por parte de determinados grupos de población, ya sean minorías étnicas, feministas, personas LGTB o migrantes. En fin, un discurso eficazmente estudiado para intentar anular tu capacidad de raciocinio y que te dejes llevar solo por tu lado más emocional y hooligan.
He dicho al principio que una de las bondades de la democracia es poder cambiar el sentido de nuestro voto cuando así lo estimemos necesario. Pero cuidado, votar extremismos puede conducirnos a no votar nunca más si estas ideologías llegan al poder. O al menos a que el sentido de tu voto se vea claramente manipulado y mediatizado.
Y una reflexión final: Piensa que a lo largo de la historia ningún movimiento ultra, tanto de derechas como de izquierdas, ha dejado buen sabor de boca en las mismas raíces de su memoria y del que, al cabo, la misma historia se arrepiente y abomina.
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