BIENVENIDOS A YUMYS GALAXY, EL RINCÓN DE F.J.M. (MARCO ATILIO)

lunes, 25 de agosto de 2025

Allí no estaré

 

Cuando dentro de unos años, o quizá dentro de unos meses, o tal vez mañana, me encuentre en un abrazo eterno con la parca… Cuando al cabo me den sepultura entre quizá unos cuantos lloros y suspiros, y depositen mi cuerpo en un hueco vacío y frío… no vayas después a llorarme ni a llevarme flores, porque allí no estaré. Allí solo hallarás silencio y una forma corpórea en descomposición que nada tiene ya de mí. En aquella fría tumba solo encontrarás despojos y podredumbre. Algo que no querrás ver.

Lo que fui se apagó con mi último suspiro. Mis alegrías y mis tristezas se fueron conmigo; pero créeme, allí no las hallarás. En aquella tumba fría nunca las encontrarás.

Donde sí estaré será en la lluvia otoñal, en el viento que acaricie tu rostro, en las olas del mar al atardecer, en la brisa suave de la madrugada. Estaré en el rocío primaveral y en la escarcha invernal, en veredas y caminos, en vuelos de gorriones y en trinos de golondrinas. Estaré en procesiones de Semana Santa, en cenas de Nochebuena y en cabalgatas de Reyes. Estaré, en definitiva, en la memoria que conserves de mí.

Donde seguro no estaré será en aquel lugar donde dejaste mi cuerpo yerto por última vez. No, allí no estaré.

viernes, 22 de agosto de 2025

Nana para Adrián

 

Duerme mi niño
duerme Adrián,
con tu abuelito
te dormirás.

 Duerme mi cielo,
duérmete ya,
«señora vaca»
te cantará.

Y si sonríes,
me alumbrarás,
como un lucero
que brilla más.

En tus ojitos
yo soñaré,
tus dulces sueños
yo velaré.

 Duerme mi niño
duerme Adrián,
con tu abuelito
te dormirás.


A mi nieto

 
Yo contigo y tú conmigo
desde la noche hasta el alba.
Tus pasos que van naciendo,
mi amor que siempre los guarda.

 En mis brazos soñarás
un mundo de fantasía,
de peluches, de muñecos,
y juguetitos que silban.

 A lomos de nubes blancas,
de algodón y de magia,
soñarás con mundos nuevos
y hermosos cuentos de hadas.

 Vendrán volando los «pipis»
 a velar tu lindo sueño,
pajarillos de colores
te cantarán un te quiero.

 Y Adrián despertará,
y el abuelito le canta,
susurrando despacito,
le canta «señora vaca».

 Y me mirarás atento,
con esa sonrisa clara,
con esos ojitos vivos
que me iluminan el alma.

Siempre a tu lado tesoro,
mi mano te guiará,
por veredas y caminos,
por senderos en el mar.

sábado, 16 de agosto de 2025

Silencio

 

a la memoria de Pilar Suárez

Se apagan las risas de los niños
y el canto de los pájaros.
El sol de la primavera
ya no calienta.

Silencio…
poco a poco.

 Quiero gritar
y no puedo.
Me siento extraña,
flotando sobre mí,
 y sola,
terriblemente sola.
De repente…

 No hay lluvia.
No hay viento.
No hay árboles,
ni montañas,
ni siquiera aire.

 Nada.

 ¿Dónde están mis hijos?
¿Dónde mi marido?
¿Por qué lloran?
¿Por qué lloran todos?

Poco a poco… el silencio.

 ¡Y la soledad!

 Frío.
Un frío hondo.
Oscuridad que envuelve
por fuera y por dentro.

 Miedo.

¿Por qué no puedo moverme?
¿Por qué este vacío,
como un mar sin orillas?

 Quiero ver a mis hijos.
A mi marido.
A mi familia.
Quiero tocarlos.
Quiero decirles
que estoy aquí…

 Pero no me oyen.

 Silencio.
Oscuridad.
Penumbra y silencio.

 De pronto,
una luz suave
atraviesa la negrura
y me susurra sin palabras:

 –Tu vida ha terminado.

 ¡Dios mío!
Solo tengo 54 años.
¡Quedaban tantas cosas!
¡Tantos abrazos!
¡Tantos caminos!

 No quería irme así.
No tan pronto.
No por mis hijos.
No por mi marido.

 Luché con todas mis fuerzas,
pero la muerte
ha ganado.

 Y, sin embargo…
ya no hay dolor.
Solo calma.
Sosiego.
Paz.

 No estoy triste.
Sé que algún día
volveremos a encontrarnos,
y esa certeza me sostiene.

 Me llevo el amor de todos,
como un manto invisible
que me arropa.

 Quisiera decirles
que no sufran,
porque nos volveremos a ver…

 Pero no me oyen.

 Lástima.

 Todo se disuelve.
 Se desvanece.

 Solo queda el silencio…
el silencio…
solo el silencio…

y la esperanza
de un mañana juntos.


jueves, 14 de agosto de 2025

La golondrina

 

Nació en abril, cuando los campos se llenan de amapolas y el aire huele a vida nueva. Pequeña y frágil, con alas aún por estrenar, mi golondrina vino al mundo trayendo consigo una luz que encendió rincones dormidos de mi corazón.

Hoy ha venido. La estaba esperando en la ventana, con la misma ilusión con que se espera la primera flor de la primavera. Sus ojos brillaban como si supiera que la aguardaba. La tomé en mis brazos, y en ese instante el tiempo se detuvo, como si el mundo entero quisiera regalarme ese momento.

Sé que pronto se irá, y que pasarán algunos días antes de que vuelva a llamarme con sus alitas. Así es su vuelo: breve, pero lleno de vida.

Llegará el otoño y las hojas caerán. La tarde besará el sol del horizonte amarillo y yo iré en busca de mi golondrina. Llamaré suave para, acaso, no interrumpir su sueño mágico de hadas y duendecillos. De ositos blancos y conejitos de algodón. Disfrutaré de su presencia y jugaré con ella cuando se despierte, aunque solo sea un ratito. Porque mi amor por ella no entiende de tiempo, ni de distancias, ni de ausencias. Mi pequeña golondrina forma ya parte de mí, y cada vez que alce el vuelo, sabrá que aquí tendrá siempre un cielo abierto y un corazón donde posarse.

Mi preciosa golondrina, 
vuelves a mí 
con las alas llenas de luz. 
Te abrazo un instante, 
y el tiempo se me escurre. 
Volarás de nuevo, 
dejando en mi ventana 
la sombra dulce de tu vuelo.

miércoles, 6 de agosto de 2025

No sabemos lo que tenemos, hasta que enfermar sale caro

 

Hace unos días estuve viendo un programa de Canal Sur TV llamado «Andalucía X el mundo». Entre otros reportajes, hubo uno sobre una chica llamada Sara Macías, una malagueña nacida en Marbella que lleva seis años viviendo en Los Ángeles, California. Casada con un estadounidense, Sara trabaja de enfermera en el hospital City of Hope, especializado en enfermos de cáncer.

En un momento de la entrevista, le preguntaron cómo era la sanidad en Estados Unidos. La chica marbellí dijo que, a diferencia de España, allí la sanidad no es pública, sino que se contrata con seguros privados. Por cierto, los seguros privados, —según contó Sara— pueden costarte unos 600 dólares (518 euros) cada dos semanas, u 800 dólares (691 euros) al mes. Y eso, un seguro «normalito», en palabras de Sara.

Luego comentó que los españoles no sabemos apreciar lo que tenemos, refiriéndose a la sanidad pública española. Y puso un ejemplo: «Solo por pisar las urgencias de un centro de salud y que te atienda un médico, ya te cobran entre 2.000 y 3.000 dólares (entre 1.727 y 2.590 euros)».

También dijo que su propia hija tuvo que permanecer en la unidad de  cuidados intensivos de neonatos durante cinco meses, y que el coste total fue de 1.300.000 dólares (1.123.000 euros). Gracias al buen seguro médico que tenía su marido, solo tuvieron que pagar 2.000 dólares. En cualquier caso, tengas o no tengas seguro, siempre tienes que pagar algo.

Podemos concluir que, si no tienes un buen seguro en Estados Unidos, como te sobrevenga una enfermedad grave, estás muerto por no poder pagar la estancia en el hospital y el tratamiento adecuado.

Cabe señalar que, en Estados Unidos, aproximadamente el 16% de la población no tiene ningún tipo de seguro médico por no poder costeárselo.

Todo este relato me lleva a la siguiente reflexión: ¿en unas elecciones, cómo se pueden votar partidos que apuestan claramente por una sanidad privada? ¿Cómo se puede depositar la confianza en tendencias políticas que pongan en riesgo la universalidad y gratuidad de nuestro sistema sanitario? De hecho, en Andalucía, el señor Moreno Bonilla está jugando un poco con la senda de la privatización de la sanidad.

En fin, no puedo entender que haya gente que apueste por ideologías que lo único que harán será hacerte más pobre, y por ende mucho más vulnerable. Supongo que esa gente a la que me refiero no es capaz de darse cuenta de su error… tal es su jumental ignorancia.

sábado, 26 de julio de 2025

Mientras duermen


Ambos deben dormir, y mientras duermen, la noche se vuelve más dulce, el silencio se llena de sentido, y yo, desde este rincón de abuelo pienso en mis nietos.

Duerme Valeria y duerme Adrián, dos luceros diminutos en el cielo de mi alma, dos suspiros de ternura que apenas han comenzado a caminar por el mundo.

Valeria y Adrián, tan pequeños aún, con apenas quince y trece meses de ternura, respiran calma entre sus sueños de nube, como si el propio mundo no pudiera herirlos.

Duermen como duermen los ángeles: con los párpados rendidos, los deditos cerrados sobre un peluche, y el alma flotando en algún lugar tibio que solo los niños conocen.

Valeria sueña con luces suaves, con voces que cantan desde el regazo, con mundos blanditos donde el amor es el aire que se respira, con juguetes que aún no sabe nombrar, pero ya la abrazan.

Adrián sueña con pasos inciertos, con juegos que aún no entiende, con la vida que empieza a llamarlo desde algún rincón cálido de la infancia.

Tienen mágicos sueños de algodón, de peluches, de canciones, de estrellas que bajan a la cuna a mecer sus corazones.

Quizá sueñen con su abuelo, o con mi voz que los llama, o con la luna entrando de puntillas por la ventana, y les besa en la mejilla y se resbala en la almohada.

Y mientras mis nietos duermen, la noche se va escapando de puntillas para no despertarlos, el universo se detiene un instante, y yo también sueño: que crezcan sin miedo, que vivan sin prisas, que el mundo no los hiera demasiado.

Y yo, en este momento tan perfecto, quisiera ser eterno… solo para seguir velando sus sueños.

viernes, 25 de julio de 2025

El aniquilado aniquilador

Niños judíos moribundos por inanición en las calles del gueto de Varsovia durante la ocupación Nazi

Todo pueblo tiranizado, humillado, masacrado…, puede hacerlo a su vez a otros pueblos. Es la conclusión lógica de la esencia humana.

Muhammad Zakariya Ayyoub al-Matouq, un niño de un año y medio padece desnutrición aguda 
debido al bloqueo israelí y lucha por sobrevivir en una carpa en la ciudad de Gaza en julio de 2025

lunes, 21 de julio de 2025

Intolerancia y egoísmo

 

A veces me paro a pensar y me pregunto si el ser humano se da cabal cuenta de la clase de criatura despreciable que pueda llegar a ser. En mis reflexiones surgen varias preguntas que me producen, cuando menos, cierto desasosiego:

¿Somos conscientes de lo que realmente somos?

¿Estamos realmente seguros de saber lo que somos en lo más profundo de nosotros mismos?

¿Sabemos siquiera de lo que seríamos capaces en un determinado momento…?

Yo creo que no, que pocas veces nos hemos parado a pensar lo que somos en realidad y lo detestables que podemos llegar a ser en determinadas situaciones, sobre todo cuando está de por medio nuestro propio beneficio. Y es que, seguimos una máxima que se ha hecho dogma en nuestras vidas: Primero mis dientes que mis parientes.

Nos creemos seres adorables, es una delicia convivir con nosotros. Nos asiste la razón siempre. Las cosas que hacemos y que decimos están estupendamente hechas y magníficamente dichas. Para obrar como lo hacemos, siempre tenemos algún argumento que justifique y fundamente nuestra forma de proceder. Somos poseedores de la verdad..., de nuestra verdad.

Nuestras ideas, nuestra forma de vivir y de entender la vida son, para nosotros, el paradigma de la perfección. El camino a seguir por otros. Intentamos en nuestras conversaciones con los demás que prevalezca nuestro inefable criterio en la inmensa mayoría de las ocasiones.

El comportamiento de la gente que nos rodea, sus actitudes, sus formas de ver la vida, sus creencias, sus ideas, sus convicciones, sus maneras de vestir, sus aspectos personales, sus formas de hablar, sus críticas, sus amores, sus pasiones, sus tristezas, sus depresiones, sus melancolías, sus sensibilidades, sus inquietudes, sus formas de entender la belleza, sus luchas, sus aficiones…, en definitiva, sus formas de vivir cuando son contrarias a nuestra manera de entender esas mismas cosas, son para nosotros actitudes y comportamientos totalmente equivocados y reprobables.

Si pensamos un poco en todo ello, veremos que en mayor o menor medida es lo que nos pasa a todos nosotros. Es lo que se llama INTOLERANCIA, esclavos de ella como seres humanos que somos. Y no hay nada más malvado, capaz en determinados momentos y situaciones de las más insospechadas tropelías, que el ser humano.

Y es que, en definitiva, somos egoístas por naturaleza y anteponemos nuestro bienestar y nuestro propio interés a cualquier otra cosa.

Así es de cruda la triste realidad en la que viven los seres humanos desde que aparecieron sobre la faz de La Tierra, para desgracia de la propia Tierra.

Cierto es que deberíamos ser libres para decidir nuestro propio destino, para caminar por la vida y el mundo como mejor nos plazca, sin restricciones ni limitaciones pero, eso sí, sin menoscabar la libertad de los demás, sin perjudicar los legítimos intereses de las demás personas, sin meternos gratuitamente en sus vidas y, sobre todo, respetando a todo el mundo sin importarnos el color de su piel, su religión, sus creencias, su modo de vivir y de pensar. Si esto sucediera algún día, (cosa por otra parte prácticamente imposible ya que la maldad y el egoísmo son algo intrínseco al ser humano), la vida sobre este maravilloso planeta llamado Tierra sería mucho más placentera y, sobre todo, más justa.

Si queremos construir un futuro mejor para todos, debemos pensar sobre unas bases éticas tan sólidas como elementales: «Ningún pueblo, ninguna nación, ninguna persona, nada positivo se puede construir a costa de los demás».

Si para ser felices necesitamos que no lo sean otras personas sería mejor no haber nacido, así librábamos al mundo de nuestra inmunda presencia.

INTOLERANCIA Y EGOÍSMO II

Es una obviedad que lo leído hasta ahora refleja una visión bastante pesimista de los comportamientos y actitudes del ser humano en general. Acaso muchos de vosotros discrepéis de esta valoración mía tan catastrofista. Sé que no es bueno generalizar, pero estoy convencido de que la gran mayoría de las personas, en mayor o menor medida, encajan perfectamente en lo descrito hasta aquí.

En cualquier caso, y con ánimo de complementar y profundizar lo dicho, tal vez sea conveniente que base mi crítica en algo más concreto, más histórico, más argumentado. Quizá así, hasta estéis de acuerdo conmigo. Veamos por qué:

Es cierto que a lo largo de la historia ha habido gentes que se han sacrificado por los demás, incluso han dado la vida por sus semejantes, pero… también es verdad que han sido casos, a mi juicio, excepcionales.

Que el ser humano puede convertirse en un ser de lo más despreciable es prácticamente axiomático, ejemplos de ello hay en la historia infinidad de casos.

No podemos olvidar a los grandes imperios (el romano, el español) que cometieron viles y crueles asesinatos por extender su dominio, por implantar sus creencias y sus formas de vida a quien no pensaba como ellos, a quien discrepaba de sus dogmas, a quien se atrevía a enfrentarse a su poder.

No debemos pasar por alto La Inquisición, ¡cuántas personas fueron sacrificadas en la hoguera en nombre de Dios! La lista de los pobres desgraciados que cayeron en sus garras es terriblemente amplia.

No hay que ignorar el genocidio que practicaron los norteamericanos con las tribus indígenas de Estados Unidos, arrebatándoles sus pertenencias, sus tierras, y confinando en reservas a los pocos supervivientes, privándoles de la libertad que en derecho les pertenecía. Existe un libro, un libro muy bien documentado escrito por Dee Brown titulado «Enterrad mi corazón en Wounded Knee» que habla sobre ello, las historias que cuenta son terribles y sobrecogedoras.

¿Nos podemos olvidar de la esclavitud practicada por los seres humanos en diversas épocas de la historia, con el propósito de humillar, vilipendiar y tiranizar a sus semejantes?

Tampoco debemos obviar a los Nazis, que cometieron quizá el mayor genocidio de la historia de la humanidad. Capaces de perpetrar los crímenes más horribles y las prácticas más espeluznantes. Éstos llegaban a ver a sus semejantes (los judíos) como simples ratas, es por eso que no les remordió nunca la conciencia y jamás se arrepintieron de sus actos. Los ejemplos de las aberraciones que cometieron con el pueblo judío son grandes y terribles.

¿Nos olvidaremos de los crímenes de Stalin…, de Franco…, de Pinochet…, de los dictadores que a lo largo de la historia han masacrado a su pueblo?

¿Ignoraremos a la clase política? De cualquier lugar del mundo, pasada, presente y futura. A los políticos se les puede definir, sin temor a equivocarnos, como: Embusteros, demagogos, aprovechados, hipócritas… y un sinfín de feos calificativos, porque lo que busca cualquier político, sea de la época que sea, es el de enriquecerse lo antes posible aprovechándose de su posición de ventaja, sin importarle lo más mínimo los medios que utilice para conseguirlo, ni a las personas que pueda perjudicar en su intento. Así ha sucedido siempre y así seguirá sucediendo. Hay una frase que describe muy bien lo que es un político, la pronunció (y esto sí que es extraño) otro político, Louis McHenry Howe, amigo íntimo y asesor personal del presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt, dijo McHenry: «Nadie puede adoptar la política como profesión y seguir siendo honrado».

Tampoco se nos pueden pasar por alto los empresarios, muchos, gente sin escrúpulos, gente vil y egoísta que su único fin es enriquecerse a costa del pobre trabajador que tienen bajo su yugo, explotándolo por un mísero salario y siempre con la amenaza constante del despido en cuanto se atreva a levantar la voz y se rebele contra las injusticias de esta ralea con una voracidad, egoísmo y mezquindad sin límites.

No podemos olvidarnos de tantas y tantas ruindades de personas que están a nuestro alrededor: Jefecillos de pacotilla, como los que abundan por desgracia en las grandes empresas, gente menor, con bajísima catadura moral, que humillan y zahieren a sus subordinados sin el menor escrúpulo. Gente que mata a sus esposas. Personas que se matan en peleas callejeras por, probablemente, cosas tan triviales como una discusión de tráfico. Hermanos que se matan o dejan de hablarse para toda la vida por una herencia...

Entre el amor y el odio hay un paso muy corto. Mientras las personas de las que nos rodeamos no sean una carga para nuestros intereses, y piensen más o menos como nosotros, todo puede ir razonablemente bien y pensaremos de ellas que son muy buena gente. Ahora, en cuanto nuestros intereses económicos o de otra índole estén más o menos en riesgo, en cuanto las personas sean muy contrarias a nuestras convicciones y formas de ver la vida, en cuanto nos hagan una «putada» a pesar de habernos hecho multitud de favores anteriormente, las cosas ya no serán como antes, porque somos así de cínicos. Ya lo dice el refrán: “Hazme cien cosas buenas y malas una y no me has hecho ninguna”.

En fin, el egoísmo pienso que va marcado a fuego en el ser humano, hay benditas excepciones pero… ¡son tan pocas!

lunes, 16 de junio de 2025

67 años

 

Hoy, 16 de junio, cumplo 67 años. No sé si alegrarme o entristecerme. Y es que, a partir de cierta edad, el día de nuestro cumpleaños se convierte en un día triste y alegre a la vez. Triste por tener un año más y alegre por haber llegado a tenerlo, y yo ya estoy en esa cierta edad, así que mis sentimientos son encontrados.

67 años dan para mucho, dan para haber vivido una infancia maravillosa,  y lo digo porque mis recuerdos de aquella lejana época son especialmente agradables, por eso intuyo que aquella etapa debió ser especialmente bonita.

Dan para haber vivido una adolescencia de contradicciones, de buscar el camino correcto, una etapa de rebeldía, de riesgos, de locuras, de amoríos, de ilusiones y desengaños, de fracasos y triunfos.

Dan para haber conocido a la persona más encantadora que en la vida puedas encontrar y con la que camino por la existencia desde hace ya tanto tiempo.

Dan para haber tenido dos hijos, una experiencia maravillosa y que, desde su nacimiento, han hecho que mi vida sea especialmente atractiva e intensamente emocionante.

Dan para haber conocido a personas que vinieron a mi vida para conformar un núcleo de amistad que, en algunos casos, el tiempo y la distancia evanesció, pero que, en otros, aún siguen aportando a mi vida una experiencia enriquecedora. Mi amigo Manuel Ángel es un claro ejemplo de ello.

Dan para haber trabajado en la Sanidad Pública durante muchos años. Una experiencia especialmente positiva, fascinante, apasionante e inolvidable. Por muchas cosas, pero especialmente por las personas que conocí, las amistades que forjé y las anécdotas que viví.

Y dan para haber tenido dos nietos, dos personillas que, desde hace un año, algo más en el caso de mi nieta, alegran la monotonía de mi existencia y que, con su presencia, han hecho que recobre un cúmulo de emociones y sensaciones que ya creía olvidadas y que contribuyen, y de qué manera, a hacerme inmensamente feliz. Porque Valeria y Adrián, han venido a mi vida para  llenar ese vacío existencial que algunas veces se produce a ciertas edades, cuando se empieza a vislumbrar el final del camino.

En fin, 67 años dan para mucho. Dan para conocer personas y lugares, para vivir experiencias positivas y negativas, para sufrir tremendas decepciones pero también sorpresas maravillosas, para reír y para llorar, para emocionarme y asombrarme, para entristecerme y alegrarme… para, en fin, ir escribiendo las páginas, a veces azarosas, otras placenteras, de mi propia historia.

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