Es
claro y evidente que la muerte es consecuencia de la vida, pero no por
axiomático deja de ser menos inquietante, sobre todo para los que como yo, ya tenemos un largo
trecho de vida gastada. Y es que, el enigma de la muerte es algo que por no conocido
se convierte en misterioso. El ser humano, en su fuero interno, necesita creer
en algo que dé sentido a la vida. Unos necesitarán creer en una vida después de
la muerte, quizá para que no concluya de forma tan abrupta una existencia que
acaso haya sido feliz y placentera. Otros añorarán una vida tras la muerte que
compense una existencia llena de penalidades.
En
cualquier caso, el que haya o no otra existencia tras la muerte es algo que
nadie sabe, aunque prácticamente todas las civilizaciones que han existido, han
querido creer en ella. Es por eso que han ceremoniado y han dejado en forma de
templos, estatuas y monumentos funerarios diversos, el fin último de la existencia
que es la muerte y su creencia en una vida imperecedera.
Yo
particularmente, y lo he dicho en multitud de ocasiones, sí que creo en que el
ser humano tiene que evolucionar. Como evoluciona todo en el Universo. Y creo
que eso se consigue a través de vivir muchas vidas, todas cuantas sean
necesarias para al fin conseguir un grado máximo evolutivo que nos permita no
tener que volver a reencarnarnos. Por eso creo en una nueva vida tras el último
suspiro de la vida presente.
Pero bueno, esto es más una cuestión de fe y de esperanza en que sea así más que otra cosa, porque nadie ha vuelto para contarlo. Al menos que yo sepa.
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