Cuando
dentro de unos años, o quizá dentro de unos meses, o tal vez mañana, me encuentre
en un abrazo eterno con la parca… Cuando al cabo me den sepultura entre quizá unos
cuantos lloros y suspiros, y depositen mi cuerpo en un hueco vacío y frío… no vayas
después a llorarme ni a llevarme flores, porque allí no estaré. Allí solo
hallarás silencio y una forma corpórea en descomposición que nada tiene ya de
mí. En aquella fría tumba solo encontrarás despojos y podredumbre. Algo que no querrás
ver.
Lo que fui se apagó con mi último suspiro. Mis alegrías y mis tristezas se fueron conmigo; pero créeme, allí no las hallarás. En aquella tumba fría nunca las encontrarás.
Donde sí estaré será en la lluvia otoñal, en el viento que acaricie tu rostro, en las olas del mar al atardecer, en la brisa suave de la madrugada. Estaré en el rocío primaveral y en la escarcha invernal, en veredas y caminos, en vuelos de gorriones y en trinos de golondrinas. Estaré en procesiones de Semana Santa, en cenas de Nochebuena y en cabalgatas de Reyes. Estaré, en definitiva, en la memoria que conserves de mí.
Donde seguro no estaré será en aquel lugar donde dejaste mi cuerpo yerto por última vez. No, allí no estaré.
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